Ayer 26 de julio y en horas de la tarde, hice una breve visita a mi colegio, sí... donde pasé mi adolescencia y ¡nací como artista!. Visité un lugar lleno de recuerdos, donde cada sector de ese lugar tiene una historia que contar, el Castella significa para mí, el nido del cual rompí el cascarón y de la mano de mis maestros de arte, aprendí a soñar.
Todavía está mi profe de acuarela Heidy Valverde, con sus dos mesas grandes y bancos para sentarse con sus alumnos y pintar. Los caballetes para óleo... pero Elizabeth Rubí, ya no está ahí, seguí hacia los talleres de Grabado y Escultura, estaba un viejo amigo: Ari, un profesor de grabado, le pregunté por mi maestro Juan Carlos Alpizar y ese día no había llegado. Una gran alegría brotó de mi corazón cuando vi a mi querido profe de escultura, el artista Manuel Vargas, enseñándole a dibujar a un estudiante y siempre con su sonrisa amable, hablé unos minutos con él y refrescamos pinceladas de aquellos días de colegial.
Algunos profesores de música, canto, teatro y de otras ramas del arte me recuerdan... apenas me veían me saludaban todos contentos: ¡Hola Toño! (Así me llamaron todos en el cole), ¿como has estado?, y yo contándoles resumidamente algunas cosas de mi vida... aquel chiquillo delgado, alto y que siempre saludaba a medio mundo, había regresado de nuevo. Es lindo saber que te recuerdan con cariño, claro... los nuevos "Castellas" (estudiantes) me miraban extrañados y no entendían el porqué de los saludos afectuosos de los maestros.
Sí, había regresado a mi casa, ese lugar donde aprendí a soñar, donde estaba la chica que me gustaba y como siempre lo despreciaban a uno, mis primeras travesuras y donde pasaba horas escribiendo poemas en un cuaderno, dibujando, pintando, cantando y hasta soñando... sí.... me sentía en mi casa, como que el tiempo me permitió de nuevo regresar por una milésima a ver mi pasado, pasado que no ha pasado... pasado que me proyecta al futuro.
Luego, antes de irme... tenía que despedirme de uno de mis mentores, que se nos fue en el 96: el gran don Arnoldo Herrera, nuestro querido director... que para mí no ha muerto, sino que vive, vive en su Castella.
¡¡Como pasa el tiempo!!... y aunque mi cuerpo ha cambiado... en mi interior... sigo siendo el mismo chiquillo soñador y meditabundo de siempre... pareciera que 15 años no son nada... el tiempo no ha pasado allí...
Al final, me fui rápido, al final... comenzaba a llover....